miércoles, 13 de mayo de 2009

Cruce de caminos.

Una de las razones por las que nunca me he decidido a probar una bicicleta de carretera ha sido por la sensación de verme obstaculizado por sus finas ruedas de pequeño y liso perfil que me impedían adentrarme en lugares que no fuesen los desiertos de asfalto y cal.

No dan lugar a la imaginación. Vas por una carretera, cuando ésta acaba, llegas a un stop, giras hacia la derecha o izquierda y empiezas a pedalear por otra carretera, de similares características y diferente orientación, pero con el mismo ruido de los diferentes coches que, de vez en cuando, dan nota de tí zarandeandote "a ti y a tu hierro" y provocando momentos de tensión e histeria física y mental, que también puede ser llamado "falta de tranquilidad".

Y es que cuando salgo con la bici busco precisamente eso, tranquilidad. Ponerme en paz conmigo mismo, descubrir lugares que no conocía, tanto dentro de mi mente como fuera de mis retinas. Notar la brisa de la sierra, suave y fría a partes iguales, el olor pegajoso de las jaras, el sonido del agua de un río cercano, y el de mis ruedas esquivando cantos rodados.

Nunca quise cortarme ningún camino, y por eso siempre elegí bicicletas de ruedas gordas. No porque sean mas espectaculares, o bonitas, o pesadas, o caras. Simplemente por el hecho de mirarla y sentir que va a ir por donde yo quiera, y no por donde ella me exija a mí.

Por eso, por esa misma razón, siempre he intentado hacer lo más dificil de las opciones que se me presentaban. Al fin y al cabo, si esa primera idea no da resultado siempre hay tiempo de intentar lo que has dejado de lado, que era mas sencillo y que, posiblemente (o tal vez no) , cueste menos conseguir.

Quizás porque tengo autoestima y pienso que nada es imposible, quizás porque la meta de cualquier persona es uno mismo, reto a cualquiera que lea que no se conforme con nada. ¿Por qué? Porque todo el mundo dice que lo importante es participar, cuando lo que se quiere es ganar, porque el segundo siempre es el primero de los perdedores y porque la vida es demasiado corta como para que no aprovechemos el momento de hacer/decir/pedir/soñar/crear/desear todo aquello que queremos.

Quizás porque siempre estemos a tiempo de bajar el listón.

Como le decía el otro día a un amigo: La vida es demasiado corta como para que nosotros vayamos despacio.

En base a eso, si tengo que hacer algo, lo intento hacer hoy, y si tengo que decir algo, lo digo hoy, con todas sus consecuencias.

Dedicado a todos aquellos que sonríen montaña abajo, eligiéndo su propio camino.

2 comentarios:

  1. Lo que tienes miedo es a la aparente fragilidad de esas bicis, no a quedarte sin camino que recorrer o a que ella misma te marque el camino.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar